(ejemplo de modernismo en Barcelona)
PUBLICACION EN LA VANGUARDIA DE DOÑA EMILIA PARDO BAZÁN
Corría el año del señor de 1895 y Doña Emilia Pardo Bazán visita Cataluña y de dicha visita publica un artículo el 1 de octubre de 1.895, que reza así:
“Apasionados por el modernismo.- El Cau Ferrat.- Si me perdona el galicismo diré que tal Cau Ferrat me intrigaba desde mucho antes de mi llegada a Barcelona. ¿Qué sería ese pueblo de Sitges y ese cenáculo de Cau, donde se sacaban en procesión pública y solemne cuadros del Greco, donde se representaban dramas de Metterkinck, género tan nuevo y tan desconocido en la corte de las Españas, que dudo se le haya ocurrido a ningún empresario ni la hipótesis de ponerlos en espera?... ¡Ah! Si supiesen los “esprits forts” de otros pueblos, donde todo el mundo quiere meter cucharada en materia estética, calificando de chiflados y de lateros a los más insignes contemporáneos; si supiesen ¡qué grado superior de cultura revela Sitges, con una veneración, esa fe y esa tolerancia afectuosa!. Ya estábamos a la puerta del Cau Ferrat y todavía no me daba yo cuenta de la peculiar de la fantasía de Rusiñol…”
111 AÑOS DESPUES… (Publicación en La Vanguardia en 2006 a cargo del señor Justo Barranco)
Viajera infatigable, de una curiosidad sin límites aunque de convicciones firmes, catedrática, poeta, dramaturga, novelista, Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921) representa una parte de los esfuerzos de renovación de la España de finales del XIX, tanto en lo que se refiere a la novela, en la que introdujo el naturalismo, como, sobre todo, en lo que se refiere a la condición de mujer. Pocos ejemplos como su frustrado ingreso en la Real Academia: para que la autora de “Los Pazos de Ulloa” no ocupase un sillón libre se alegaron razones risibles. Ella se burló diciendo: “Si es porque las reuniones de la Academia son para contar cuentos verdes, yo también los cuento, y no son menos graciosos”. La primera mujer en entrar en la RAE sería Carmen Conde… en 1978. Y como demuestran las últimas estadísticas -60% de estudiantes universitarias, 13% de catedráticas- aún queda cierto camino por andar: No es extraño que doña Emilia prologara la edición española de La esclavitud femenina, de John Stuart Mill. Ni es estraño que doña Emilia, que mantenía intercambios epistorales –y de otros tipos- con muchísimos escritores, entre ellos Oller y Verdaguer, visitara una Catalunya que admiraba: “La iniciativa, la actividad, la destreza, la perseverancia son para Cataluña lo que para el Egipto sus cuatro númenes: fuerzas misterioras que esparcen la riqueza y engendran y crían toda clase de bienes. No es posible expresar lo que Cataluña me ha consolado de España, de cierta España”. Una Cataluña a la que agradecería que fuera avanzadilla de las letras y que hubiera difundido la literatura española. Una Catalunya que con el modermismo entronca con las corrientes de renovación que vive Europa y de las que artistas como Ramón Casas y Santiago Rusiñol dan buena muestra. Un movimiento, el modernista, que pretendía reexaminar los aspectos de la vida caducos y reemplazarlos a la luz de los nuevos conocimientos, y del que, con suerte, en un momento de cambio cultural, social y económico sin precedentes, nos habrán quedado algo más que edificios turísticos.
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